El periódico ABC recoge los testimonios de un médico y un adicto al sexo, una patología que afecta al 6% de la población (se supone que es de España. Nota de Mauritz).
«Sales de casa cada día por las mañanas y no sabes si ese día vas a consumir sexo o no. Claramente no quieres. Tratas de no ponerte en peligro evitando usar mucho Internet en el trabajo, que suele ser un punto de arranque. Pero bastaba con ver de reojo un escote o un perfil curvilíneo en el pasillo del aseo para desencadenar una marcha inmediata al burdel más cercano».
Alberto (nombre ficticio) es adicto al sexo. Pasó casi 20 años de su vida intentando controlar sus impulsos sin éxito. Una necesidad que, según él mismo reconoce, le llevaba a la autodestrucción y a sentirse denigrado en cada coito, en cada visita al burdel, en cada cita a ciegas lejos de su esposa. Hoy recibe un tratamiento y accede a ofrecer su testimonio para que la gente comprenda la problemática que trae consigo una enfermedad de este tipo. «Lo grave es el juicio condenatorio que se hace de cualquier adicto, también del adicto al sexo. El descubrimiento de que soy un enfermo, no un monstruo, es clave para la curación o rehabilitación», señala.
Tradicionalmente conocida bajo el nombre de satiriasis en su versión masculina, la adicción al sexo es una
patología que, según algunos estudios, afecta a un 6% de la población. Establecer unos síntomas para diagnosticarla no es sencillo, pero puede hacerse analizando las consecuencias que trae el consumo de sexo a la vida de un enfermo potencial. «Los adictos se caracterizan por un bajo control del impulso. La falta de concentración en el trabajo, la falta de tiempo por la cantidad de horas que dedican al sexo, la irritabilidad con la que uno vuelve a casa o el gasto de dinero excesivo suelen ser factores que indican que algo está pasando», comenta el doctor Carlos Dulanto, experto en adicciones. «Cuando una persona empieza a tener remordimientos, trata de renunciar al sexo fuera de la pareja y se da cuenta de que no puede, es cuando toma consciencia de que tiene un problema», añade.A pesar de que el consumo de sexo rápido se ha facilitado gracias a la apertura de locales de intercambio o determinados portales de internet, la mayoría de los enfermos recurre a la prostitución para satisfacer sus deseos. Ello acarrea unos gastos a menudo insostenibles para la economía familiar del enfermo. «La peor semana de adicción de mi vida, allá por 1990, llegué a gastar medio millón de pesetas», admite Alberto.
Carlos Dulanto asegura que el perfil de «sexoadicto» a día de hoy es el de un varón de 30 a 50 años con un nivel adquisitivo medio, medio-alto. «Además es frecuente encontrar consumidores de cocaína que creen que tienen además una adicción al sexo. Este tipo de pacientes, normalmente, en cuanto dejan las drogas desaparece también esta otra dependencia. «Nadie va a buscar sexo con un chocolate con churros del mismo modo que habiendo consumido cocaína», añade.
Factores que despiertan el deseo
Según Dulanto, el adicto al sexo se caracteriza por un bajo control del impulso. «Un adicto tiene ciertas imágenes que provocan huidas descontroladas hacia un lugar donde poder tener sexo fácil», asegura. Esos fetiches que activan el resorte del enfermo pueden ser un escote, unas piernas o incluso un elemento a priori no sexual pero que activa recuerdos en el paciente. «Hay una situación que le predispone. Puede estar aburrido en el trabajo o deprimido. Entonces surge un pensamiento o recuerdo que le enciende el deseo. Si ya se ha planteado que no debe perpetuar su conducta, trata de eliminar la culpa con un monólogo. Entonces, acaba recurriendo a la prostitución. Unos minutos de placer para varias horas de culpa y arrepentimiento», resume.
Dulanto establece una distinción entre «sexo sano y sexo patológico». En su terapia, en la que a los pacientes les está permitido hacer el amor con su pareja, se intenta primeramente evitar determinadas situaciones que activan las huidas inmediatas hacia la prostitución. «Lo más importante es determinar desde el principio todas las situaciones de riesgo para el paciente. Horarios, itinerarios, dinero que se lleva encima, etc.» Además, es importante ir rellenando los huecos que antes se utilizaban en consumo de sexo, masturbación o visionado de pornografía con actividades interesantes de tiempo libre que también causen placer en el paciente.
Cómo saber si uno es adicto
A pesar de que lo más fiable es acudir a un especialista en caso de duda, en Internet puede realizarse el test SAST, (Sexual Addiction Screening Test) para medir el nivel de autocontrol de un potencial paciente. En caso de acudir finalmente a terapia, cuya duración oscila entre uno y tres años, el paciente debe ser capaz de controlar que sus emociones negativas no deriven en la búsqueda de sexo rápido, así como establecer fórmulas de bloqueo del impulso. «A veces se me saltan las lágrimas. Llevo meses sin consumir sexo de pago y eso que había perdido toda esperanza», comenta un Alberto más feliz con los suyos.
(fuente: ABC.es (Luis Miguel L. Farraces))
No hay comentarios:
Publicar un comentario