domingo, 7 de noviembre de 2010

Mark E. Zuckerberg el padre de Facebook (I)

26 años, billetera abultada y una historia turbulenta. Mark Zukerberg es un CEO-rockstar que no calza en ningún estereotipo. (Autor: Francisco Luco M. www.chw.net)
Cuando hablamos de CEO-Rockstars, inmediatamente se nos viene a la mente la imagen de personajes que, con sus particularmente casuales formas de vestir, no menos curiosas formas de expresarse, una billetera bien abultada y gran posicionamiento en los medios, a veces lucen más como estrellas de farándula que como presidentes ejecutivos en grandes multinacionales de la industria tecnológica.
 Si estiramos al extremo los elementos de la fórmula anterior y agregamos unos escasos 26 años de vida, además del hecho de ser dueño de una de las empresas más valoradas de Internet (y propablemente la que esté más cerca de dominar el mundo de la información, junto con Google), el resultado es digno de guión cinematográfico.
Desde luego, mark Zuckerberg no es otro muchacho del montón, aunque su aspecto a simple vista resulte engañoso.No habiendo alcanzado aún las tres décadas, su fortuna estimada ya roza los 7 mil millones de dólares (habiendo superado posiblemente a Steve Jobs). Por si fuera poco, alberga en su red las vidas privadas de 500 millones de personas, todo lo cual lo lleva a hacer –o más bien “ser”– noticia muy frecuentemente.
La sabiduría popular profesa que nadie se hace rico de la noche a la mañana, pero esta industria, con sus inspiradores casos de éxito, se empeña en demostrarnos que no siempre es así. La corta pero frenética trayectoria de uno de los fundadores y actual CEO de Facebook es otra contundente prueba en contrario de tal afirmación.

Una historia de traiciones

Curiosamente, mucha de la información que se encuentra por Internet respecto a la historia personal de Zuckerberg radica menos en lo que él mismo pudiera haber dicho de sí en alguna entrevista, que en los datos entregados por quienes fueran compañeros de clase durante su vida de estudiante, todo lo cual contribuye a crear ciertas leyendas y a veces hasta un delicioso caldo de cultivo para hacer más interesante el guión de alguna película. Así, pareciera que, paradójicamente, Mark se reserva bastante bien su privacidad –a pesar de que su perfil en Facebook sea completamente abierto–, llegando incluso a declarar en alguna ocasión, a propósito del inminente estreno de The Social Network, que no le hubiera gustado que se realizara ninguna película sobre él mientras estuviera vivo. Es de suponer que quien nada hace nada teme, por lo que sus buenas razones tendrá el joven empresario.
Genio para muchos, un sujeto de perfil psicopático para otros, la historia de Mark Elliot Zuckerberg adquiere un cariz turbio al mismo tiempo que comienza el desarrollo de sus primeros proyectos informáticos en la Universidad de Harvard, donde –al igual que varias otras estrellas como Bill Gates– no alcanzó a terminar su carrera.
Descendiente de padres judíos –si bien insiste en que es ateo–, Mark no nació en Harvard. Antes de entrar a la prestigiosa institución pasó por la Phillips Exeter Academy, en donde llevó a cabo su primer trabajo importante: el desarrollo de Synapse Media Player, un reproductor de medios que de forma inteligente aprendía de los hábitos musicales del usuario. Esta última idea le interesó de sobremanera a la propia Microsoft, la que no sólo intentó comprar la aplicación, sino reclutar a Zuckerberg para que formara parte de las filas del tío Bill. Sin embargo, en una instancia de esas en que la suerte de la historia pareciera depender de una sencilla decisión, Zuckerberg probablemente tomó la correcta y se negó al ofrecimiento, para así dar inicio a sus estudios en Harvard. Será, entonces, en un humilde dormitorio de esta institución (al fin alguien que no fundó su compañía en un garaje) que Facebook verá la luz, gracias al talento de Mark y a la ayuda de unos desconocidos Eduardo Saverin, Chris Hughes y Dustin Moskovitz, todos compañeros de universidad.
Pero como probablemente sepan, Facebook no partió siendo la red social abierta e hiper-conectada que hoy todos conocemos, sino un proyecto circunscrito únicamente –en un principio– a la universidad de Harvard, permitiendo compartir datos sólo entre los estudiantes de dicha institución y armar verdaderas redes de contacto. Sin embargo, a poco andar y con la ayuda de Dustin Moskovitz, la idea adquirió vuelo y se tomó la determinación de expandir Facebook a otras universidades, como Stanford, Columbia y Yale, entre otras.
Luego, fue el inversionista de riesgo Peter Thiel quien inyectara unos cuantos y necesarios millones de dólares en 2004, mismo año en que la empresa nace con todas las de la ley y Zuckerberg inaugura la primera oficina de Facebook en Palo Alto, California, ciudad en que permanecen hasta el día de hoy.
Ésta es, en síntesis, la parte bonita de la historia; la oficial, si se quiere. Sin embargo, mucho se ha escrito también sobre la supuesta faceta oculta del relato, aquella sumamente turbia en que aparecen acusaciones de robo intelectual y hasta hackeo. Es la historia de compañeros que se volvieron enemigos, de un sitio web llamado ConnectU y de cómo Zuckerberg terminó desembolsando 65 millones de dólares de su bolsillo después de haber sido demandado.
 Resulta que allá por 2003 Cameron Winklevoss, Tyler Winklevoss y Divya Narendra –todos estudiantes de Harvard–, concibieron una suerte de red social para la universidad llamada HarvardConnection, y que más tarde será conocida como ConnectU.
La leyenda cuenta que el trío contactó a Zuckerberg (famoso a esas alturas en la universidad por haber desarrollado un sitio web que ya en aquel entonces le trajo problemas disciplinarios, al vulnerar la privacidad de sus compañeros) para que llevara el proyecto de ser una mera idea a un sitio web. Mark en un principio habría aceptado unirse al proyecto. Sin embargo, con el transcurso de los meses -según expone Business Insider en su investigación-, Zuckerberg habría dilatado el asunto, estancando a propósito  su avance y engañando a los creadores originales de la idea, dándoles a entender, primero, que la sobrecarga académica le impedía dedicar tiempo al desarrollo de Harvard Connection y, más tarde, que la idea no era viable.

Para sorpresa de todos, cierto día a principios de 2004 vio la luz thefacebook.com, red que sospechosamente parecía guardar algún parecido con cierta idea original. Sobra decir cómo deben haberse deformado en aquel entonces los rostros de Divya y los Wibklevoss, quienes habrian visto cómo fueron engañados por Zuckerberg y su proyecto plagiado.
Pero una vivencia como aquella obviamente no podía quedarse en caras largas, de manera que una demanda en contra de Zuckerberg era cuestión de tiempo. Al final en 2008, y tras un largo proceso judicial, se llegó a un acuerdo por el cual el buen Mark Elliot pagó 65 millones de dólares a su contraparte. Justificados o no, el hecho es que ese dinero se pagó.
Otro episodio que da luces sobre el retorcido carácter de de Zuckerberg radica en la investigación periodística realizada por Nicholas Carlson, editor de Silicon Alley Insider, quien señaló que durante el año 2004 nuestro buen amigo Mark se habría permitido el lujo de hackear a unos cuantos compañeros de universidad/enemigos –entre quienes se encontraban precisamente Cameron y Tyler Winklevoss–, adentrándose en sus correos electrónicos e interviniendo sus sitios web, todo ello con el fin de boicotear a la competencia y evitar la publicación de un artículo en que se revelaría la supuesta verdad detrás de la creación de Facebook y el robo de ideas.
Sin embargo, los hermanos Winklevoss no han sido los únicos personajes que, reclamando la propiedad de Facebook o parte de ella, han entablado acciones judiciales (si así fuera la historia ya no sería tan interesante). Notable es también el caso de Paul Ceglia, empresario y desarrollador neoyorquino que recién hace algunos meses afirmó que en 2003 suscribió un contrato con Zuckerberg, a través del cual aportaba 1.000 USD a un –en aquel entonces– proyecto de red social, a cambio del 50% de su propiedad más un 1% de interés por cada día que transcurriera hasta terminar la construcción del sitio web. Sumando, tenemos que al final Paul Ceglia reclama un impactante 84% de la propiedad de Facebook.
Lo concreto, sin embargo, es que muchas de estas historias se basan en entrevistas y discusiones sobre las cuales no pesa aún una decisión judicial (salvo en el caso de la litigación de Zuckerberg con los Winklevoss). Pero al final todas concuerdan y parecen dar vida a un perfil interesantemente malévolo; el de un tipo egoísta, aprovechador, dispuesto a atropellar a quien se le pare por delante con tal de triunfar, quizá ladrón, ambicioso y déspota, incluso capaz de impedir que los usuarios de Facebook puedan bloquear su perfil (medida que dice bastante de su carácter y resulta más bien innecesaria, pues con o sin bloqueo Zuckerberg sigue siendo naturalmente el patrón de fundo o el rey en su tierra). Todo esto hablaría, en definitiva, de un cuasi-psicópata, como algunos usuarios suelen decir.
Para colmo, la historia que en unos días llegará a los cines no parece dejarlo en mejor pie (si bien ya rondan por ahí teorías conspirativas sobre la coautoría del guión). Vaya uno a saber si en realidad los hechos ocurrieron como muchos insisten en hacernos ver, pero como el adagio reza, si el río suena es porque piedras trae.
(...continúa)
 

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